El Demonio
Por el Cardenal Georges Marie Martin Cottier, O.P.
El demonio es, sin duda, el gran seductor porque trata de llevar al hombre al pecado presentándole el mal como bien. Pero caer en el pecado es nuestra responsabilidad porque la conciencia tiene la capacidad de distinguir entre el bien y el mal. Además de la envidia y los celos, el demonio quiere arrastrar al hombre con él porque él mismo es un ángel caído. La caída en el pecado del primer hombre fue precedida por la caída de los ángeles… Si el demonio se convirtió en un ser maligno es por su propia culpa. Fue él quien haciendo mal uso de su libertad se hizo maligno a sí mismo. El carácter perfecto de la libertad del ángel caído hace que su elección sea definitiva. Esto no significa poner límites a la misericordia divina, que es infinita. El límite lo constituye el uso que el demonio hizo de la libertad. Es él quien impide que Dios borre su pecado. El demonio está atado a su rechazo. Es más, el pecado del ángel siempre es más grave que el del hombre. El hombre tiene tantas debilidades en sí mismo que su responsabilidad puede quedar encubierta; el ángel, siendo el espíritu más puro, no tiene excusa cuando elige el mal. El pecado del ángel es una elección tremenda… En la tentación del hombre tenemos casi una reflexión de lo que fue el pecado del ángel. Aquí esta la suprema seducción: ponerse uno mismo en el lugar de Dios. Satanás tampoco reconoció su condición de criatura. Comentando acerca de Pablo, San Agustín dijo: “Dios no hubiera permitido el mal si no hubiera querido sacar de este mal un bien mayor”. Hay bienes que la humanidad no hubiera siquiera conocido si no fuera por la presencia del pecado y del mal… La actitud más correcta que el cristiano debe tener ante el misterio del maligno es no olvidarse nunca que la pasión y muerte de Jesús han triunfado para siempre sobre el demonio. Esto es una certeza… La fe es la victoria sobre el padre del pecado y la mentira. Esto significa que el demonio, siendo una criatura, no tiene un poder infinito. A pesar de todos sus esfuerzos, el demonio nunca podrá impedir la construcción del Reino de Dios, que crece pese a todas las persecuciones. El cristiano, gracias a su fidelidad en la fe, conquista el pecado. Debemos tomar al demonio muy en serio, pero no pensar que es omnipotente. La confianza cristiana, dado que se nutre de la oración, la humildad y la penitencia, debe ser por sobre todo la confianza en el amor del Padre. Y este amor es más fuerte que todo. Debemos ser conscientes que la misericordia de Dios es tan grande que puede superar todos los obstáculos.
El Cardenal Georges Marie Martin Cottier, O.P. es el teólogo del Papa